sábado, 21 de julio de 2012
Vidas cruzadas
Lo único que quiero que sepáis, que aunque el tiempo pase, y se nos olviden nuestros nombres, nuestras caras, nuestras pieles; aunque todo pase y nunca más volvamos a encontrarnos; aunque se pierdan las fotos, los versos, las cartas; aunque todo se esfume con el polvo, con el pañuelo de la vida que todo lo borra, que todo lo limpia; aunque nuestras manos no vuelvan a cogerse; aún con todo eso, creedme, viviré tranquilo. Lo sé, porque aunque no estemos juntos, se que un día fuimos felices.
En todos estos días aún no he conseguido encontrar una explicación lógica a lo que me pasa. Y me jode, y mucho. Se que no tengo motivos para estar así, porque debería de sentirme un afortunado en este mundo cada vez más tremendamente jodido. Pero yo no lo veo así. Esa sensación me está matando, y lentamente. Es un vacío que no lo puedo explicar con palabras, siento que cuando esperaba en la estación, deje pasar el tren que iba cargado con las ilusiones, con las metas futuras, y sin embargo, creo que me subí al tren de la decepción personal y del fracaso.
Aun así, no me rendiré, puesto que se que la vida no es más que un estado de ánimo. Sé que puedo, y que lo conseguiré, pero por ahora solo soy un tipo con un tenedor en un mundo de sopa.
El principio de un fin
Tu no eliges el camino. Ni la gente. Simplemente eliges una dirección u otra. Todo lo demás llega solo, por simple inercia. Y de esta forma, un 18 de septiembre casi sin darte cuenta, te plantas en una ciudad en lo más profundo de Sicilia. No pasaron ni si quiera 24 horas, y ya me di cuenta de que había encontrado una nueva familia. Una familia que tarde o temprano se rompería sin más remedio, pero los momentos vividos no hay Dios que nos los quite.
Porque en cada sitio que estéis, en cada sitio que esté, cada momento que viváis, yo también los viviré.
La casa estaba vacía en la hora de la despedida, y sin embargo quedaban las cosas de nuestra vida. Acto seguido, ella desplomó sus brazos sobre la mesa, y seguidamente su largo cabello. Las horas del angustioso adiós habían llegado.
La casa estaba vacía en la hora de la despedida, y sin embargo quedaban las cosas de nuestra vida. Acto seguido, ella desplomó sus brazos sobre la mesa, y seguidamente su largo cabello. Las horas del angustioso adiós habían llegado.
El nudo en mi pecho, y la angustia que no se separa de mí, me impiden contar lo que sucedió después.
Sempre nel mio cuore.
Suscribirse a:
Comentarios (Atom)